
Por: María Angélica García Puerto
11 de febrero de 2025 – 12:00 p. m.
El 4 % de los hogares en Bogotá siembran alimentos en casa, contribuyendo a la seguridad alimentaria, en una ciudad donde el 33 % de los hogares no tienen garantizadas las tres comidas diarias. El desconocimiento es un aspecto que buscan derrumbar iniciativas locales, que resaltan que sembrar no es solo cosa de lo rural.
Cruzar las puertas, de marco verde y morado, de la casa de los Tenjo Laverde, en el barrio Socorro Sur, de la localidad de Rafael Uribe Uribe, es entrar a un pasadizo que, en segundos, teletransporta a los visitantes de lo urbano a lo rural. Allí, plantas ornamentales como suculentas, cartuchos, clavelinas y novios dan la bienvenida y acompañan ese viaje a un pedacito de campo, donde el ruido del tráfico y el esmog cambia por el olor de la cocina de leña y el canto de los pájaros y gallos, que se encuentran en la huerta de la Asociación Comunitaria para el Desarrollo Integral Local Chircales (AsoChicarles).
Este espacio es producto de una apuesta que comenzó hace 20 años y a través de la cual esta familia encontró en la agricultura urbana no solo una forma de asegurar su comida, sino de aportar en algo a la seguridad alimentaria de varios de sus vecinos, a través de la venta o el trueque y, de “Aquí la temperatura, el aire y los colores son diferentes. Al principio no sabíamos nada de esto. Éramos alfareros. Pero cuando cerraron los chircales, Nubia Rivera de la Hoz nos dijo que porque no cultivábamos. Teníamos todo el lote para hacerlo. Y así empezamos. Ensayo y error. Arrancábamos la maleza y resulta que eran plántulas. Pero nos capacitamos y aprendimos”, recuerda Alexánder Tenjo, secretario de la Asociación.
En el recorrido, Alexánder va mostrando todo lo que allí se cultiva: tomate de árbol (rojo, amarillo y morado), granadilla, mora, lulo, uchuva, feijoa, tomate, lechuga crespa, pepino dulce, pimentón, alcachofa, acelga roja o cilantro. En lo que llaman ‘El Caracol’ están todas las hierbas aromáticas, para curar cualquier dolencia o sanar cualquier tristeza desde la medicina ancestral, gracias a la caléndula, sábila, hierbabuena, anís, toronjil, ruda, incienso, vaporub, citronela, lavanda, acetaminofén o insulina.
Toda esta variedad tiene una explicación. “Las huertas urbanas le apuestan a no tener monocultivos, sino de todo un poco, porque es el pan coger de las familias. Además, no utilizamos químicos para las plagas, sino biopreparados”, agrega Tenjo. Esta es una de las 1.820 huertas que atendió el Jardín Botánico entre junio y diciembre de 2024. La mayoría, están ubicadas en Usme, 10 % (184), Suba, 10 % (176) y Rafael Uribe Uribe, 9 % (157).
Dentro de este porcentaje, donde al menos el 75 % de las huertas caseras son atendidas por mujeres, se encuentra la iniciativa de Liliana Sanabria, terapeuta ocupacional y a cargo de la huerta Aconir, en la localidad de Suba, la cual lleva el mismo nombre de la Fundación y su misionalidad es atender a personas con discapacidad cognitiva.
En el patio trasero, rodeado por árboles y flores polinizadoras, está su invernadero. Por un momento, la presentación de Liliana es interrumpida por una pareja de gaviotas que canta para dar aviso de su visita. Al entrar, un cultivo de sábila, perejil liso y crespo, tomate de guiso, tomate cherry, ají, ruda, limonaria, espinaca, apio, hierbabuena y cidrón se asoman con brillo y apetitosidad. “Mire, ya con esto podemos aportar a la ensalada de hoy”, dice mientras recoge unos tomates, cilantro y arranca una zanahoria de la tierra.
“Mire, ya con esto podemos aportar a la ensalada de hoy”, dice Liliana Sanabria, mientras recoge unos tomates, cilantro y arranca una zanahoria de la tierra.
Esta terapeuta recuerda que la huerta inició hace 15 años, por un grupo de estudiantes de un colegio de Suba, como parte de un servicio social. Aunque la mayoría de las veces lo cosechado es para el autoconsumo, también hace trueque con los padres de las personas que asisten a la fundación o, incluso, venden cuando hay buen producto.
Pero este proyecto no siempre fue bien visto. Liliana menciona que los padres de “los muchachos”, como ella les dice, cuestionaban el hecho de que sus hijos se ensuciaran y dedicaran horas a recoger alimentos. Sin embargo, al notar que esto también es un proceso terapéutico y les ayuda al manejo de sus emociones, se terminaron involucrando, a tal punto de replicar la idea de producir en sus hogares. “El mensaje que llevamos es que los muchachos cultiven para que se alimenten de forma saludable y así garantizar la seguridad alimentaria. Porque no hay nada más satisfactorio que alimentarse de lo que uno cuidó y eso motiva a seguir cultivando”, sentencia.
Así como ella, AsoChicarles también ha tenido un impacto en los niños y jóvenes de su comunidad, a quienes por medio de aulas populares, les enseñan toda la magia detrás de cosechar. Por lo que su curiosidad termina despertándose, preguntan más y llegan con esa información a sus hogares, que termina involucrando a los adultos, quienes se acercan a conocer el proceso y lo que se necesita. Es ahí cuando empiezan a reciclar residuos orgánicos o aprovechables, para recibir a cambio un manojo de aromáticas o llevar a los más pequeños por primera vez a cine.
¿Por qué hablar de huertas?
Según la encuesta de la Veeduría Distrital de Bogotá sobre Hambre Oculta y Seguridad Alimentaria en 2024, de los 4.148 hogares encuestados, el 33 % solo puede garantizar entre una y dos comidas al día. Y es que el 63 % respondieron que sus ingresos mensuales son menos que un salario mínimo y destinan menos de $600.000 mensuales a la compra de alimentos. Por lo que 5 de cada 10 hogares han tenido que reducir la cantidad de alimentos que compran debido al alto precio.
Sumado a esto, el 66 % respondió que para garantizar la alimentación de su hogar compra alimentos más económicos, lo que lleva a comidas poco nutritivas y saludables, dando indicios de posible hambre oculta, pues la mitad no incorpora regularmente alimentos de calidad en sus dietas. “Estos resultados indican que la causa principal es el ingreso limitado de los hogares, ya que enfrentan dificultades para comprar alimentos ricos en nutrientes, más que una falta de conocimiento sobre la importancia de una dieta equilibrada”, concluye la Veeduría.
Y es ahí donde entra la agricultura urbana. Para Daniel Alberto Bernal Rojas, magíster en Seguridad Alimentaria y Nutricional de la Universidad Nacional, el consolidar un sistema alimentario sostenible en la ciudad es necesario afianzar “un sistema de abastecimiento y distribución; promover la producción local y la agricultura urbana”. A pesar de ello, según la Veeduría, solo 4 % de los hogares, cultivan alimentos en casa.
Wilson Rodríguez, coordinador de agricultura urbana y periurbana del Jardín Botánico, entidad distrital a cargo de la regulación y autorización en espacios públicos, señala que este tipo de producción de alimentos, “no es nuestra meta, para superar el esquema tradicional de suministro de alimentos, porque es complicado. Cuando dices el 4 %, es una cifra representativa, pero nunca vamos a tener la capacidad de infraestructura para competir contra abastos, por ejemplo. Pero sí buscamos que se generen posibilidades, para los que quieren mejorar sus ingresos, así como hacer un aporte ambiental y alimenticio”.
Y así coincide Carolina Chica Builes, directora de Economía Rural y Abastecimiento Alimentario de la Secretaría de Desarrollo Económico. Ella argumenta que Bogotá produce menos del 2 % de los alimentos frescos que consumimos, pues la ruralidad “no tiene vocación productiva sino la protección de ecosistemas estratégicos como los páramos” que son productores de agua. Por lo tanto, dependemos en un 83 % de Cundinamarca, Boyacá, Tolima, Meta, Huila, para proveernos de los alimentos que consumimos diariamente. “Con las huertas no vamos a resolver el problema del abastecimiento. Son complementarias a las estrategias de abastecimiento, porque no producen los volúmenes y la diversidad de alimentos que necesitamos. De igual manera, tenemos un mercado exclusivo de huerteros y allá pueden llevar sus productos y venderlos”.
“Si bien en Bogotá la agricultura urbana en su práctica ha crecido (20 mil huerteros según los informes y programas del Jardín Botánico), actualmente las huertas desempeñan un papel más complementario, contribuyendo a la sostenibilidad y resiliencia de la ciudad. Hoy no reemplazan las cadenas de suministro tradicionales (Corabastos entre otros) y es aquí donde su integración en la planificación urbana es esencial para promover comunidades más verdes y autosuficientes”, dice por su parte, Fredy Zapata, director de AgroLab de la Universidad de los Andes.
¿Puedo tener una huerta en mi casa?
La Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO) resalta que la producción de alimentos agroecológicos en nuestra casa significa que podemos ser responsables del sustento propio, que termina por replicarse en otras escuelas, familias y comunidad, con un beneficio adicional, “al evitar el uso de agroquímicos, esta actividad resulta sustentable y beneficiosa para el hábitat en general”, detalla la FAO.
Alexánder Tenjo, secretario de AsoChircales, resalta que, para tener una huerta comunitaria, no se necesita mucho presupuesto, pero sí dedicación y tiempo. “Desde que tengamos luz solar, agua y un buen sustrato nutrido o terreno, podemos empezar”. En apartamentos, asegura, “se pueden hacer cultivos verticales de aromáticas o de condimentos. O se hacen estantes escalonados que den hacia la ventana y se cultivan los productos. También se usan las botellas de plástico para siembra de lechuga o la acelga, que día a día se pueden ir quitando hojas y ella misma retoña”.
En cuanto a la tierra para abonar, Liliana Sanabria, recomienda en un recipiente de plástico poner una cama de aserrín, cáscaras limpias, y tierra. “Luego tapas y cuando ya esté lleno, en 3 o 6 meses ya tienes abono”.
Desde el Jardín Botánico, Wilson Rodríguez, coordinador de agricultura urbana y periurbana, informó que continúan brindando de manera gratuita capacitación de cursos básicos o especializados, asesoramiento de un profesional en casas, colegios o instituciones, de fortalecimiento con entrega de insumos como compostaje, plántulas o herramientas, e incluso, acceder al recién diplomado de tres niveles en agricultura urbana.
Para todo la anterior, las personas pueden enviar un correo a agriculturaurbana@jbb.gov.co o correspondenciajbb@jbb.gov.co, mencionando su nombre, localidad y dirección de residencia y manifestar su interés de tener un proyecto de agricultura urbana.
“Todos podemos tener una huerta en casa. En una matera grande, por ejemplo, se pueden sembrar tres hortalizas, una planta de fresa, de aromáticas y eso ya es poner en práctica la agricultura urbana. Por eso nosotros enviamos un profesional que le dice que cultivar de acuerdo a su espacio: en un balcón, una huerta vertical; un espacio verde pequeño, un cultivo en tierra; un apartamento cerrado, buscamos un espacio con luminosidad y ponemos una matera con 10 plantas para cosechar. No hay limitante”, detalló Rodríguez.
La apuesta del Distrito es pasar de las 20 mil huertas asistidas a las 25 mil en 2027. Intentarlo y apoyarse con la asesoria desde el Jardín Botánico o directamente con los y las huerteras como Alexander Tenjo y Liliana Sanabria, son el primer paso para autogestionar nuestros alimentos frescos y nutritivos
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