LOS REGALOS DE LA EXISTENCIA

POR: ANDRÉS FELIPE GIRALDO CADAVID / RL.

Desde los albores de la humanidad y en el estudio acerca del conocimiento, siempre ha existido el interrogante del sentido: el porqué. Esta cuestión ha tratado de ser resuelta durante muchos siglos, pero la respuesta más plausible es que se trata de un misterio.

El triángulo epistemológico, se establece un fundamento por medio del cual se comprende o al menos se adquiere conciencia sobre el relacionamiento del hombre con diferentes realidades, a saber: lo otro, el mundo y el mismo hombre; se quiera o no, la historia siempre ha girado sobre estos tres escenarios, pues son los que establecen el statu quo de las sociedades que han pasado y pasaran a través del tiempo, no obstante, en el trasfondo de lo anterior, hay algo que desborda el conocimiento del propio hombre que trasciende el tiempo y el espacio, dentro las diferentes circunstancias de determinada época.

La historia de los pueblos, como el de Medellín, herida por la violencia pero fértil en resistencia y resiliencia, se levanta cada día sobre estas tres aristas. Pero hay algo más allá del triángulo. Un resplandor que desborda los límites de la razón, algo que ni el más sabio podría contener en una fórmula: el misterio de la verdad. Esa que no se impone, sino que se revela a quien decide vivirla. No como una consigna, sino como un acto profundo de coherencia entre el creer, sentir y hacer.

Analizando la película “El Regalo Prometido”  que ha suscitado un fuerte impacto en el televidente, desvela quizás un asomo de respuestas a estos grandes interrogantes; el protagonista, un joven indiferente y vacío, recibe tras la muerte de su abuelo una serie de tareas que lo obligan a reconfigurar su relación con lo otro, con los demás y consigo mismo. Cada “regalo” que le es entregado no es una simple lección, sino una fractura en su forma de ver la realidad. El trabajo lo conecta con la dignidad; los amigos, con la solidaridad; el dinero, con la justicia; aprender, con la humildad; los problemas, con la paciencia; la familia, con el amor originario; la alegría, con la humanidad; los sueños, con la utopía; el dar, con el desapego; la gratitud, con la memoria; un día, con el presente, y el amor, con la eternidad.

Cada uno de esos regalos podría ser un derecho y al mismo tiempo una obligación. ¿Cuántas veces se ha negado a las víctimas de una vulneración de un derecho,  el regalo de la verdad? ¿Cuántas veces se les ha arrebatado el de la familia, de los sueños, del amor, de la gratitud?

Medellín, con sus cicatrices abiertas, clama por una pedagogía de los derechos que no sea solo normativa, sino profundamente humana. Es allí donde el proceso de promoción, formación y visibilizarían en derechos humanos se  manfiesta, más que como  una tarea institucional, como una tarea espiritual, casi sagrada. Porque no basta con reconocer a las víctimas; hay que entregarles el regalo de ser escuchadas, de ser vistas, de ser comprendidas en su totalidad.

Así mismo,  la sociedad debe pasar por sus propias 12 tareas. No para heredar una fortuna, sino para recuperar su alma. Porque sin conciencia de lo otro, del mundo y de uno mismo, no hay justicia posible. Porque sin formación en el misterio de la verdad, sin una educación que enseñe a ver lo invisible (la dignidad, la memoria, el dolor), estaremos siempre condenados a repetir la historia sin entenderla.

La invitación es a cruzar el umbral del conocimiento cómodo y entrar en el terreno fértil de la verdad vivida, la que no se enseña en los libros, sino que se siembra en las calles, en las comunas, en los rostros de quienes aún esperan ser reparados. Solo entonces, quizá, podamos decir que el triángulo se ha completado, que el misterio ha sido abrazado, ha sido entregado.

La Mesa Metropolitana Regional de Derechos Humanos no es solo una estructura, sino un cuerpo vivo compuesto por voces, historias y manos dispuestas a recomponer los hilos rotos del tejido social. Su papel, en esta metáfora de los “regalos”, es profundamente espiritual y político: dar lugar al encuentro, a la formación, a la memoria activa y a la exigencia ética del nunca más.

Porque el regalo que necesita esta ciudad no es otro que el de volver a creer en la vida, aún después de la guerra. Devolverle a cada comunidad el derecho de soñar sin miedo, de recordar sin vergüenza, de amar sin condiciones.

METREDH, entonces, no hereda una fortuna: hereda una misión. La de encender pequeñas luces donde la oscuridad aún resiste. La de transformar la formación en conciencia viva. La de sembrar regalos no materiales, sino espirituales, que ayuden a este pueblo a reconciliarse con su historia.

Bibliografía:

https://acoesp.org/2019/11/el-ltimo-regalo-una-gran-peli-para-formarnos-por-dentro-y-por-fuera

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